El Portal De San Francisco De Macorís

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Escuche a sus mujeres, señor presidente

Durante casi medio siglo de vida común, no recuerdo haber tomado una decisión, contraria al parecer de mi mujer, que, más temprano que tarde, no haya tenido que bajar la cabeza ante un “te lo dije…”

¿El porqué? Tengo que confesar que no lo sé.

Un viejo cliché ha popularizado la idea de que las mujeres son más intuitivas que los hombres, pero el renombrado sociólogo francés Pierre Bourdeau nos recuerda que se trata de un mito, heredado de la época en que las mujeres estaban enteramente asignadas a las tareas familiares y domésticas, leyendo el lenguaje no verbal de los críos (incluso del marido), tomando rápidas decisiones…

Hoy las investigaciones de los neurólogos revelan que los hombres son tan capaces como las mujeres de escuchar sus pequeñas voces y utilizar la intuición en su vida personal y profesional.

La ciencia es categórica, los hombres también podemos tener una fuerte intuición, de la misma manera que ciertas mujeres pueden estar más orientadas hacia el razonamiento lógico.

Sin embargo, basándome más en mi experiencia de vida que en la ciencia, creo que las mujeres nos ganan en la toma de decisiones inteligentes. Las razones, repito, las desconozco.

Podría ser que, sencillamente, que tanto usted como yo tenemos la dicha de compartir nuestras vidas con mujeres que utilizan muy bien los dos lados de sus cerebros; el derecho, que funciona de manera global, trata los problemas en su conjunto y controla los aspectos relativos a la intuición, creatividad, emociones y toma de rápidas decisiones; y el izquierdo, asiento del pensamiento racional.

Tal vez es por eso que su esposa e hijas, junto a más de mil mujeres y hombres sensatos, le han dicho no a esa monstruosidad de Código Penal que un puñado de machos de las cavernas le quiere imponer al país.

Escúchelas, señor presidente, siempre ganamos escuchando a nuestras mujeres.

Cuando llegue a su despacho ese adefesio, verdadero despropósito de los sectores más retardatarios, que quieren mantener al país en las tinieblas del Medievo, con leyes de inspiración confesional, que son al mismo tiempo inmorales, contrarias a la tradición judeocristiana, donde religión y fe son los fundamentos de la moral, devuélvalo al Congreso con modificaciones que hagan de ese Código un cuerpo de leyes decentes, humanas, acorde con los nuevos tiempos.

Eximir de responsabilidad penal a los ayuntamientos, juntas municipales, iglesias, partidos políticos y el Estado, todas entidades donde, en mayor o menor grado, el pus de la corrupción brota hasta por los poros, es una inmoralidad.

Negar a la mayoría de los dominicanos derechos a los cuales ni los legisladores, ni los sectores reaccionarios a que ellos representan, están dispuestos a renunciar, es otra inmoralidad.

Y también una grosera injusticia. Sus hijas y jóvenes amantes siempre tendrán acceso a lujosas clínicas privadas donde abortar con toda seguridad y discrecionalidad. En cambio, las mujeres y niñas pobres tendrán que seguir poniendo sus vidas en riesgo en las clandestinas carnicerías abortivas de los barrios o tomando peligrosos remedios caseros.

Pare esa monstruosidad.