San Francisco de Macorís. – Conducir entre San Francisco de Macorís y el Cruce de Controba, en la Autopista Duarte, no es solo un viaje de 29 kilómetros; es un desafío de vida o muerte.
Conocido popularmente como el “tramo de la muerte”, este trayecto ha sido testigo de innumerables tragedias, dejando un rastro de luto en las familias del nordeste del país. La causa principal, según conductores y residentes, es una doble amenaza: la completa oscuridad y la falta de señalización.
La doble amenaza: ceguera y confusión
Los usuarios de la vía, como José Manuel Reyes, chofer de una ruta interurbana, describen la experiencia con una mezcla de frustración y miedo. “Uno no sabe dónde empiezan las curvas ni dónde terminan. De noche es como manejar a ciegas”, lamenta.
La carretera, que debería ser un motor de desarrollo, se ha convertido en una trampa mortal, especialmente al caer la noche.
La falta de alumbrado es solo la mitad del problema. La ausencia total de señalización horizontal y vertical agrava el riesgo, creando una peligrosa desorientación.
Los peligros más críticos incluyen:
- Curvas traicioneras: no hay advertencias previas ni reductores de velocidad que alerten a los conductores sobre los giros peligrosos.
- Intersecciones fantasma: cruces y empalmes sin señalización se convierten en verdaderos puntos ciegos, propensos a colisiones.
- Velocidad sin control: la falta de límites de velocidad fomenta la imprudencia en una vía ya de por sí peligrosa.
Promesas olvidadas y vidas en juego
Aunque las estadísticas oficiales son escasas, las cifras extraoficiales de accidentes y muertes en este tramo son alarmantes. Cada incidente es un recordatorio del costo humano de la inacción. Ante esta realidad, la población demanda una intervención urgente de las autoridades competentes.
El clamor por la iluminación y la señalización no es nuevo. En el pasado reciente, el presidente de la República, Luis Abinader, anunció planes para la ampliación de la carretera a cuatro carriles, con el objetivo de conectarla con la Autopista Duarte. Sin embargo, ese anuncio, que había generado esperanza, parece haber quedado en el olvido.
Los residentes de la zona aún esperan que ese sueño se convierta en realidad, una medida que podría salvar vidas y borrar el triste apodo de “El Camino de la Muerte”.
Mientras tanto, la oscuridad sigue reinando, y los conductores que se atreven a transitar de noche o madrugada lo hacen con una mezcla de resignación y fe, esperando no convertirse en la próxima estadística de este peligroso tramo.
La vida de los dominicanos no puede seguir puesta en juego por la falta de una solución que se ha vuelto una urgencia regional y nacional.