Mis dolores de cabeza no tienen ninguna importancia, sin embargo miembro de una comunidad donde las palabras a veces tienen un significado, escribo.
Noticias de Francia, me acabo de enterar de la liberación del ilustre detenido: Georges Ibrahim Abdallah. Fue condenado en 1987 por complicidad en asesinato. En plena guerra fría y Washington tuvo algo que decir en la encarcelación de quien se había convertido en el prisionero político más antiguo de Europa. Le parecerá extraño a mis amigos dominicanos, cómo paseo por todos los juzgados del viejo continente. Entre mis ídolos del derecho: Jacques Vergès (1925-2013); Robert Badinter (1928-2024) y Éric Dupond-Moretti, recientemente ministro de Justicia. Les haré sin embargo una confidencia: hasta el momento en que escribo estas líneas, pienso estudiar el derecho dominicano. Y si Dios lo permite, trabajar concretamente sobre este derecho.
Vivo en lo que queda de un país de pesadillas donde muchos tienen que tragar docenas de pastillas para tratar de dormir. Como ya señalamos anteriormente, sobrevivimos elegantemente con el ataúd bajo el brazo. Pero esto no impide interrogarse constantemente sobre el universo jurídico. En casa, en nuestro patio, regularmente recogemos ojivas de proyectiles. La colección crece y no sabemos ante «qué» autoridad presentarla…
Extrañamente, vivimos con algo que ni siquiera podemos describir: ¿dónde van a vivir los miles de compatriotas que tarde o temprano alcanzarán un país destruido? Todavía no sé cómo se llama esta rama especializada del derecho, pero seguro que existe: te expulsan de tu país por la fuerza de las armas y el crimen, luego los principales organizadores del desorden te exigen que regreses, en plazos increíbles. Y condiciones que dejarán rasgaduras por varias generaciones. Lo que tampoco puedo entender, la prensa se regocija casi cada hora de repetirle diariamente las estadísticas criminales con la misma fuerza que un estribillo de canción de Julio Iglesias.
Fenómenos comprensibles de la historia haitiana, a medida que las autoridades toman la palabra, la población parece manifestar una indiferencia excepcional. Hoy, estas imágenes y textos que nos llegan en gran cantidad deberían ser leídos y estudiados con atención. Necesitamos otra generación de intelectuales y sobre todo de ciudadanos.
La parte más sorprendente en la situación haitiana, la mitad del planeta es responsable, menos los dirigentes haitianos. Dicen…