En el cine deportivo, la narrativa habitual coloca al triunfo como recompensa: la victoria es la meta y la derrota, un aprendizaje en el camino.
«The Smashing Machine», dirigida por Benny Safdie, desafía de raíz esa convención. Aquí, ganar no significa redención ni gloria. Al contrario, se convierte en el enemigo más insidioso.
Con Dwayne Johnson en el papel de Mark Kerr y Emily Blunt como su pareja Dawn Staples, la película propone un retrato inquietante del vacío que deja el éxito cuando se confunde con la salvación. En una conversación exclusiva los actores conversaron de su proceso creativo.
Dwayne Johnson, actor acostumbrado a encarnar héroes invulnerables en franquicias multimillonarias, asumió en este proyecto el reto más complejo de su carrera. En una conversación reciente, confesó que la propuesta inicial de Safdie lo marcó profundamente: “¿Y si ganar se convierte en el enemigo?”. Esa fue la premisa que lo obligó a repensar su relación con el triunfo, tanto en la ficción como en su vida personal.
Cada victoria del luchador Mark Kerr, campeón de artes marciales mixtas en la vida real, viene acompañada de un sentimiento de vacío.
Con el triunfo llega también la presión, el temor a fallar, la incapacidad de manejar expectativas, y finalmente la medicación y la adicción.
El guión de Safdie plantea, con crudeza, que el éxito puede ser tan destructivo como la derrota, o incluso más.
Para Johnson, este personaje significó quebrar la coraza que ha cultivado Hollywood. Ya no se trata de músculos o carisma, sino de mostrar vulnerabilidad.
“Hay una vida antes y después de The Smashing Machine”, ha dicho. Y lo cierto es que su interpretación revela un rango dramático que pocas veces se le había visto, un trabajo que se aparta del espectáculo pirotécnico y se adentra en la intimidad del dolor humano.
LA PARTICIPACIÓN DE EMILY BLUNT
Emily Blunt, que interpreta a Dawn Staples, apuntó a un elemento esencial en la construcción de la película: el silencio.
Para ella, la tensión más brutal ocurre en esos momentos en que no hay palabras, en que los personajes se enfrentan a sí mismos sin filtros.
Safdie eligió filmar con una mirada observacional, casi documental, que coloca al espectador en la incómoda posición de testigo de una intimidad quebrada.
Blunt destacó la generosidad de la verdadera Dawn, quien compartió con ella recuerdos y cicatrices. El resultado es un retrato poco estilizado, alejado de clichés románticos. Se trata de una relación marcada por la explosión y la reconciliación, por la ternura y la violencia emocional.
“El camino hacia la paz puede ser muy brutal, pero se puede llegar allí”, resumió Blunt, consciente de que su personaje es clave para entender el desmoronamiento de Kerr.
Johnson irreconocible
Uno de los aspectos más comentados es la transformación de Johnson. No solo física, sino sobre todo emocional.
El actor reconoció que debió “desaprender” mucho de su estilo actoral, bajar la voz y confiar en la incomodidad.
“Yo no quería sonar como Dwayne Johnson ni verme como Dwayne Johnson. Quería perderme en Mark Kerr”, expresó.
Esa apuesta se nota en escenas intensas que, según confesó, resultaron dolorosas de filmar. Discusiones domésticas donde las palabras hieren más que los golpes, situaciones límite con armas, momentos de humillación íntima.
Hacerlo junto a Blunt, con quien ya tenía una relación de confianza, permitió que ambos se lanzaran sin reservas a lo que describió como “peleas viscerales, crudas e intensas” que nunca olvidará.
Benny Safdie y una mirada distinta
El estilo de Benny Safdie refuerza el carácter disruptivo de la película. Lejos de glorificar al luchador, lo observa como un hombre fracturado. Blunt lo describió como “un humanista que se guía por eso”, alguien que se atreve a mostrar lo incómodo sin maquillarlo.
Esa aproximación convierte la experiencia de The Smashing Machine en un ejercicio de voyeurismo emocional, donde no hay escapatoria en los silencios ni alivio en las victorias.
La película no busca moralejas empaquetadas ni finales redentores. Johnson lo expresó con contundencia: “No es la típica historia de redención deportiva. Aquí no hay moraleja fácil. Hay heridas, remordimientos y un intento real de sobrevivir al peso de ganar”.
Una historia de amor incómoda
Más allá del deporte, The Smashing Machine es una historia de pareja. Y lo es en el sentido menos edulcorado del término. Johnson y Blunt coincidieron en que una de las mayores responsabilidades fue honrar la vulnerabilidad con la que Mark Kerr y Dawn Staples compartieron su intimidad con ellos.
“Todas las familias y parejas tienen dificultades, algunas más oscuras que otras”, reconoció Johnson. En esta historia, esa oscuridad incluye adicciones, frustraciones y explosiones emocionales que amenazan con consumirlo todo.
Para Blunt, la clave estaba en mostrar lo real: una relación con altibajos, sin pulidos, con el vaivén cotidiano del amor y el resentimiento. Esa autenticidad es lo que convierte al filme en un retrato incómodo pero necesario.
La recepción crítica temprana ha sido entusiasta, con elogios centrados en la actuación de Johnson. Algunos analistas la han calificado como la mejor interpretación de su carrera, capaz incluso de situarla en la conversación de premios. Es un giro notable para un actor que durante años fue encasillado en el cine de acción familiar y las franquicias de taquilla.
Para Johnson, este proyecto representó una necesidad personal: abandonar la zona de confort y asumir un desafío que lo hiciera vulnerable. Encontró en Kerr un espejo incómodo, un personaje que lo obligaba a confrontar la idea misma de éxito. “Nunca había vivido algo así como actor ni como persona”, aseguró. Esa entrega es la que ha convertido a The Smashing Machine en uno de los títulos más comentados del año.
«The Smashing Machine» no es un homenaje a la gloria deportiva ni un manual de superación. Es un examen profundo sobre el costo de la victoria, sobre cómo el éxito puede convertirse en prisión y cómo las adicciones surgen cuando la presión se vuelve insoportable.
Dwayne Johnson entrega aquí una interpretación inesperada, la más vulnerable y humana de su trayectoria.
Emily Blunt, con una actuación marcada por silencios significativos, complementa esa caída libre con una visión íntima y dolorosa. Bajo la dirección de Benny Safdie, ambos construyen un relato que incomoda, porque no hay redención fácil ni victorias celebratorias.
En un género saturado de clichés, «The Smashing Machine» recuerda que ganar no siempre salva. A veces, ganar destruye. Y la única verdadera victoria posible es aprender a vivir con las derrotas.