Innovar hoy con propósito para prosperar mañana

En la República Dominicana, el futuro no puede quedarse en promesas: tenemos el deber de liderar la adopción de tecnologías que hoy transforman vidas en todo el mundo. Imaginemos una madre en El Seibo recibiendo atención médica desde su casa, y miremos como un artesano en Santiago promueve su emprendimiento en línea internacionalmente o un estudiante en Barahona conectándose a clases virtuales de primer nivel. Estas innovaciones, que hace diez años parecían lejanas, son ahora la palanca del desarrollo. El informe del Foro Económico Mundial relativo a las diez tecnologías emergentes de 2025 nos muestra el camino y nos desafía a poner la ciencia al servicio de nuestro pueblo: generar empleos de calidad, fortalecer la educación y construir una nación más sostenible y equitativa.

Nuestro país afronta desafíos que pesan sobre el día a día de cada dominicano: el caos vial que nos hace perder horas de vida y frena nuestra productividad; la alta dependencia de combustibles fósiles y de importaciones agroindustriales, que nos deja vulnerables a vaivenes externos; el éxodo de jóvenes talentosos que, ante la falta de oportunidades, buscan su porvenir fuera de nuestras fronteras; y un sistema de salud pública que, con recursos limitados, lucha por contener el creciente impacto de las enfermedades crónicas prevenibles. Además, seguimos sin ocupar un lugar protagónico en la economía del conocimiento, un sector que hoy articula innovación, servicios de alto valor y crecimiento sostenible.

Ante este escenario, las tecnologías emergentes dejan de ser un lujo de las grandes potencias para convertirse en palancas de cambio tangible, competitividad y de poder real. Solo con visión estratégica y sentido de nación podremos aprovecharlas al máximo. Tomemos el ejemplo de la energía azul (electricidad generada por el encuentro entre agua dulce y salada) con nuestros más de 1,500 km de costa, gozamos de condiciones ideales para liderar regionalmente esta fuente energética limpia y constante. Su implementación no solo disminuiría drásticamente la factura petrolera, sino que crearía miles de empleos en operación, investigación marina e innovación energética, dinamizando economías locales y fortaleciendo nuestra soberanía.

La congestión vehicular —una de las principales fuentes de pérdidas económicas y de tensión diaria en nuestras calles— exige soluciones innovadoras. Implementar sensores colaborativos permitiría crear redes inteligentes de movilidad que, en tiempo real, ajusten semáforos, desvíen flujos, reduzcan la siniestralidad y minimicen emisiones contaminantes. Este sería el primer paso para transformar nuestras ciudades en entornos más humanos, eficientes y respetuosos con el bienestar de quienes los habitamos.

En la República Dominicana, universidades y centros de salud de vanguardia ya cuentan con laboratorios y equipos de investigación en salud digital que podrían convertirse en pioneros de pilotos de biosensores autónomos. Imaginemos que se desplieguen parches inteligentes y textiles biosensores capaces de medir (sin intervención manual) glucosa, electrolitos e indicadores inflamatorios, y enviar alertas en tiempo real a los médicos de nuestros principales hospitales.

Al integrarlos con el Sistema Dominicano de Seguridad Social y plataformas de telemedicina, estos dispositivos permitirían anticipar la detección de enfermedades crónicas (diabetes, hipertensión) y posibles brotes epidémicos antes de que se propaguen. Y si a este monitoreo continuo le sumamos la adopción de terapias de última generación (como anticuerpos monoclonales en desarrollo internacional para enfermedades neurodegenerativas), podríamos avanzar hacia un modelo sanitario preven­tivo: más humano, con menos hospitalizaciones costosas y con una gestión de los recursos públicos centrada en la atención temprana y la mejora real de la calidad de vida de cada dominicana y dominicano.

En un contexto global de rápida innovación, nuestra nación posee tres activos estratégicos: un talento humano que tiene interés en avanzar, con creatividad y resiliencia, una ubicación geográfica privilegiada en el corazón del Caribe y una ciudadanía cada vez más conectada y comprometida. Sin embargo, desde 2020 aguardamos la materialización de los compromisos gubernamentales asumidos:  el Gabinete de Innovación con resultados concretos, el Fondo de Apoyo a la Innovación (creado por Decreto 464-21) en marcha y el 1 % del PIB dedicados a proyectos de innovación tecnológica, tal como se anunció en 2022.

Las tecnologías emergentes representan, ante todo, un liderazgo visionario y una gestión pública genuinamente orientada al futuro. El progreso nace de la planificación estratégica, de una ejecución rigurosa y de la eficiencia del gasto público, siempre alineados con los objetivos de la Estrategia Nacional de Desarrollo. Hasta ahora, el impulso de la transformación productiva se ha visto limitado por la falta de políticas coherentes y sostenidas en el tiempo, dando lugar a retrocesos en áreas fundamentales para avanzar en el desarrollo nacional. Esperamos que los compromisos se conviertan en acciones y que pasemos de los anuncios a la implementación que nos permita, paso a paso, ver en el horizonte el futuro que anhelamos.

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