Desde los 7 años, Elvis Martínez trabajaba duro. En su natal San Francisco de Macorís salía con una limpiabotas en mano para limpiar zapatos, puliendo zapatos ajenos para aportar un par de pesos al hogar. Su padre murió cuando él era un infante. La señora Hidalia González asumió como cabeza de una familia de 13 hijos.
“Desde los siete años estoy trabajando”, dice Elvis, con una voz que no olvida el sacrificio. “Uno hacía lo que fuera para ayudar en la casa: limpiar zapatos, llevar pan, fregar, cargar… lo que fuera”. Todo esto sin abandonar la escuela, sin abandonar el sueño de cantar.
Su vida estuvo marcada por el trabajo arduo y digno, A los 10 años ya laboraba en una panadería; a los 12, desarmaba motores como mecánico; fue creciendo y subía pisos de construcción como ayudante de ingeniero; y entre una faena y otra, a los 13 años pasó a estudiar de noche para poder trabajar en el día.
En el hogar aprendió el valor del respeto, la familia, la perseverancia, la constancia y una determinación que, con los años, se volvería su marca.
Desde pequeño, Elvis supo identificar el amor por la música, y la pasión que sentía por los escenarios. Él confiesa que se transforma al cantar, que se siente como un abogado en vacaciones cuando sube a tarima. “Ahí es donde más despierto estoy”, dice. Porque para él, la música no era solo arte, era escape, era salvación.
La vida no fue fácil. Sin embargo, de los momentos difíciles aprendió a respetarse, a respetar el escenario y a dar siempre lo mejor. Ese respeto lo ha guiado en cada paso, incluso cuando tuvo que dejar su tierra y empezar de cero en Estados Unidos.
VIDA DURA EN NUEVA YORK
Ya establecido en Nueva York, Elvis vivió lo que muchos inmigrantes conocen: la desesperación de no encontrar trabajo, la presión de empezar otra vez, y la humildad de hacer lo que sea para sobrevivir.
Trabajó en un restaurante lavando platos, haciendo deliveries en bicicleta y sirviendo cafés en el desayuno. Fue en uno de esos trayectos, vestido con un delantal blanco, que su destino cambió.
Un día cualquiera, mientras buscaba la emisora La Mega de New York alguien lo reconoció por la portada de un disco que había hecho con una agrupación en San Francisco de Macorís.
Aquel hombre llamó a Franklin Romero, uno de los productores más influyentes de la bachata en ese entonces, y le dijo sin titubeos: “Aquí está el artista con el que te vas a hacer millonario”.
Elvis, temblando de emoción, cantó a capela frente a Franklin. Le entregó no solo su voz, sino su historia, su humildad, su hambre de ser escuchado. Y al día siguiente, sin esperar mucho más, firmaron.
Elvis Martínez durante su encuentro con la prensa, en Lola Bar, Cocina, Afterwork. El artista se prepara para brindar dos noches memorables con su espectáculo “Un Camarón en la Gran Arena del Cibao”, los días 18 y 19 de julio.
Elvis Martínez durante su encuentro con la prensa, en Lola Bar, Cocina, Afterwork. El artista se prepara para brindar dos noches memorables con su espectáculo “Un Camarón en la Gran Arena del Cibao”, los días 18 y 19 de julio.
golpe ¿DE SUERTE?
Cuando fue a firmar el contrato, se dio cuenta de que estaba entrando al mismo edificio donde trabajaba como delivery.
Identificó también que el hombre al que regularmente le llevaba el café y el desayuno con un mandil y un gorro puesto, era el mismo hombre que le podía cambiar la vida.
En principio tuvo miedo de que Romero no lo viera como un artista, pero tomó valor y más tarde le confesó todo.
Contra todo pronóstico la respuesta que obtuvo lo dejó sorprendido: “Sigue trabajando ahí tranquilo, hasta que yo diga. Tú vas a grabar, y mientras tanto no dejes tu trabajo”.
En 1998, su primer álbum como solista, Todo se paga, dio su primer gran paso. Aunque solo una canción se pegó masivamente —una versión en bachata del tema Llorar de Juan Gabriel—, eso fue suficiente para comenzar su ascenso. Era la prueba de que el esfuerzo no era en vano.
Desde entonces, El Jefe de la Bachata ha conquistado escenarios, corazones, y lo más importante: ha mantenido intacta su esencia. Nunca olvidó de dónde vino. Nunca dejó de agradecer. “Mi mamá es una luchadora. Todo lo que soy se lo debo a ella y al trabajo”, afirma con orgullo.
a la gran arena
Ahora, casi tres décadas después de aquel niño descalzo que cantaba con una cuchara, Elvis regresa a su tierra adoptiva, Santiago, donde vive hace más de 2 décadas, para dos conciertos históricos en la Gran Arena del Cibao, el viernes 18 y sábado 19 de julio de 2025, a las 8:00 p.m., bajo el nombre “Un Camarón en la Gran Arena del Cibao”.
“Santiago es una tierra que siempre me ha apoyado, y yo soy un hijo del Cibao, orgullosamente serie 056”, se despide Martínez, quien invitó a su público a darse cita en el espectáculo en el escenario para artistas de multitudes.
La producción ejecutiva del evento está a cargo de BT Concerts de José Ricardo Taveras y Camarón Récords, mientras que la producción artística recae en manos de Alberto Zayas, garantizando una experiencia de primer nivel.
“Serán dos noches cargadas de sorpresas y emociones, donde la tecnología estará muy presente y donde no se han escatimado esfuerzos para que el público salga totalmente satisfecho”, manifestó el productor artístico Alberto Zayas.
De su lado, Ricardo Taveras dijo que el recinto cuenta con capacidad para más de seis mil personas, por lo que deben apresurarse a comprar sus boletas para la función del 18, ya que quedan muy pocas disponibles.
Elvis Martínez indicó que este concierto es un homenaje a sus raíces, cumpliendo el gran sueño que tenía de cantar ante su gente del Cibao y zonas cercanas.
El repertorio incluirá un recorrido por todos sus grandes éxitos, extraídos de más de diez producciones discográficas, y presentados con una puesta en escena que promete emociones, nostalgia y una auténtica celebración de la bachata.
“Estoy emocionado de compartir con ustedes dos noches mágicas que quedarán para siempre en la memoria de todos”, expresó.